Es necesario darse el tiempo para poder escuchar y entender lo que el usuario requiere de un proyecto arquitectónico, y además se debe plasmar de alguna manera en un documento evolutivo que establezca en cierto momento del proceso los lineamientos concretos de lo que debe ser el proyecto. Lo anterior no es simplemente por disciplina sino que se debe convertir en el pacto entre lo que el cliente quiere y lo que el arquitecto mediante su práctica y experiencia puede resolver de la mejor manera técnica, económica y estética.
El problema que se tiene actualmente es que el arquitecto busca plasmar su ligera interpretación de lo que el cliente quiere y lo que el arquitecto anhela. Y al no tener un camino establecido, se van generando leves o profundas interpretaciones y re-interpretaciones de lo que va resultando del proceso. A diferencia de un pastel que lleva ingredientes definidos, moldes establecidos y temperatura y tiempo probados para que dentro de un horno se pueda dar un buen resultado, en este caso no se pueden cambiar los ingredientes en pleno proceso de horneado, o no se puede recortar el suministro de gas al horno por cuestiones de presupuesto, si así se hiciera suela lógico y contundente el resultado. En la arquitectura tenemos el problema de -mientras no esté construido, puede modificarse-
Aprender del usuario no significa obedecer cada comentario que hace, dado que tanto puede ser bueno como malo o simplemente un buen inicio hacia una posible solución. Pero lo que si se debe aprender del usuario son los requerimientos e interpretaciones personales o institucionales que necesita cubrir, ya que en lo superficial o en lo profundo el es el que mas posibilidades tiene de saber que quiere.
Este diálogo no tiene índice o proceso que nos diga si va bien o mal o en que momento se encuentra el proyecto, sin embargo hay que tomarlo en cuenta y aprender del usuario. Para bien o para mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario